Relaciones España-China: 50 años de cordialidad entre los negocios y las reservas políticas


La visita de Sánchez a Pekín se espera como agua de mayo por su trae buenas noticias para Ucrania, pero el trasfondo también es muy doméstico.

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, inicia este jueves su visita a China en mitad de una enorme expectación por lo que pueda deparar el encuentro con su homólogo, Xi Jinping, respecto a la guerra de Ucrania. Y, sin embargo, el viaje tiene mucho de doméstico, también. Ambos mandatarios acordaron verse ya el pasado noviembre, cuando coincidieron en el G-20, porque este año se dan dos circunstancias que lo justifican: se cumple el 50 aniversario de las relaciones diplomáticas entre Madrid y Pekín y nuestro país asume, en el segundo semestre, la presidencia rotatoria del Consejo Europeo.

España y China con socios fuertes, que han robustecido sus lazos especialmente en lo que llevamos de siglo XXI, con una cercanía que no ha entendido de colores políticos en La Moncloa -por el otro lado, ya sabemos que poco cambia donde hay partido único-. Por eso hay mucho que hablar sobre la casa de cada cual.

Así están las cosas

Según la ficha de país elaborada por el Ministerio de Asuntos Exteriores español, el Gobierno de España y el de la República Popular China establecieron relaciones diplomáticas el 9 de marzo de 1973, que fueron selladas definitivamente con la visita oficial que Juan Carlos I y la reina Sofía realizaron al país asiático en en junio de 1978.

Entre los principales hitos de la relación bilateral son, a juicio del departamento que comanda José Manuel Albares, la constitución del Foro España-China en 2003, y su reunión cada dos años; la constitución de una Asociación Estratégica Integral, rubricada con Hu Jintao en Madrid, en noviembre de 2005; la apertura del Instituto Cervantes en el año 2006; la celebración, ya en 2007, del Año España en China; y varias visitas cruzadas de presidentes y los nuevos monarcas, Felipe VI y doña Letizia.

En noviembre de 2018, tuvo lugar la última visita de Estado a España del actual presidente chino, Xi, coincidiendo con el 45º aniversario de las relaciones diplomáticas entre los dos países. La visita permitió que se suscribiera una declaración conjunta que relanzó la relación estratégica integral con China, tres memorandos de entendimiento, uno sobre el fortalecimiento de la cooperación en terceros mercados, otro sobre empleo y Seguridad Social, y un tercero sobre cooperación en ciencia, tecnología, innovación en el ámbito de materiales avanzados; un convenio de doble imposición; un protocolo fiscal adicional al acuerdo sobre el establecimiento de centros culturales; un acuerdo con la RAE y dos protocolos de exportación.

Todo, a la espera de lo que dé de sí la nueva visita de Sánchez, en el marco del 50º aniversario de estas mismas relaciones.

En el plano económico, «como ocurre con casi todos los países europeos», el comercio bilateral entre España-China se caracteriza por un «déficit crónico». Sin embargo, ha ido mejorando notablemente en los últimos años, gracias al aumento de las exportaciones españolas, destaca Exteriores. En cualquier caso, hoy China es el principal socio de España en Asia. Si se incluye Hong-Kong (un territorio aduanero distinto) y las exportaciones con participación española (como con Airbus y Francia), el avance en el índice de cobertura es bastante superior al que apuntan las estadísticas comerciales oficiales chinas.

En el 2020, las exportaciones fueron de 8.169 millones de euros (por 6.800 millones de euros en 2019, lo que supone un crecimiento de en torno a un 20%). Los productos exportados más relevantes fueron la carne de porcino congelada (25.6%), cobre y sus aleaciones (7.7%), despojos comestibles de animales (6.5%), equipos, componentes y accesorios de automoción (4.7%), y desperdicios y desechos de cobre (2.8%). Las importaciones alcanzaron los 29.333 millones de euros (por 29.143 millones en 2019, lo que supone un crecimiento de en torno a un 0,6%).

Los principales productos importados fueron equipos de telecomunicaciones (5.8%), máquinas de tratamiento y procesamiento de datos e información (4%), transistores y dispositivos semiconductores similares (3.3%), artículos y material deportivo (2.1%), y acumuladores eléctricos (2.1%). El déficit comercial con China fue de 21.164 millones de euros (por 22.343 millones en 2019, lo que supone una reducción de en torno a un 5%).

La Fundación Consejo España-China actualiza los datos a 2022 y sostiene que las importaciones españolas desde China sumaron, en ese año, 49.653 millones de euros, mientras que las exportaciones españolas a China sumaron en el mismo periodo 8.013 millones de euros. La tasa de cobertura de España con China fue del 16,13% en 2022. «España acusa un histórico déficit comercial con China, que se había paliado ligeramente en los últimos años. En 2022, volvió a acentuarse», resalta.

China fue el año pasado el principal proveedor de bienes para España, con un 11% de la cuota total. Su peso como cliente fue menor, con una cuota del 2%. En 2022, China fue el cuarto socio comercial de España, su primer proveedor de bienes y el undécimo cliente para sus exportaciones. En 2021, China vendió a España, principalmente, equipos de oficina. También destacaron las partidas de otros bienes de equipo y textiles y confección; estos últimos se han mantenido estables como una de las principales importaciones españolas desde China.

La electrónica de consumo o los juguetes han cedido espacio al equipamiento de oficinas, añaden los expertos de este organismo, que se apoyan en estadísticas de los Ministerios de Economía o Industria. En 2022, las ventas de España a China, por su parte, estuvieron copadas por los productos químicos. También destacaron los los productos cárnicos y los minerales.

En 2020, en relación con la inversión española en China, las restricciones existentes en la prestación de servicios y las barreras de acceso al capital extranjero a causa sobre todo del coronavirus limitó la entrada de empresas españolas en el mercado chino. Según el Registro de Inversiones Exteriores del Ministerio de Industria, Comercio y Turismo, la inversión bruta española en China en 2020 ascendió a 1.821 millones de euros (ocupando el puesto 21 en la clasificación de países como destino de la inversión española, representando un 0.7% del total).

Se calcula que hay 600 empresas españolas implantadas en China, la mayoría pequeñas empresas que buscan desarrollar su exportación en diversos sectores (energía, servicios financieros, consultoría, textil, automoción, electrónica, turismo, servicios legales, telecomunicaciones). También destacan, entre las más grandes: de Inditex, a Roca, pasando por el Grupo Mondragón, Alsa, Cepsa. Telefónica, La Caixa, BBVA o el Santander.

En el plano de la cooperación, destaca la agricultura: los dos países suscribieron, en la visita de Xi de hace cinco años, dos protocolos que permitieron el inicio de las exportaciones de uva de mesa y la ampliación de los productos de porcino desde España a China.

En el ámbito de Seguridad e Interior se está trabajando en la ampliación de la cooperación en la lucha contra el terrorismo, el narcotráfico, la inmigración irregular, los delitos económicos y la protección civil. Las relaciones de cooperación en materia de defensa son habituales, incluyendo visitas de Comisiones Militares chinas a España y formación en España de militares chinos, dice Exteriores, por más que nuestro país esté integrado en la OTAN y haya subido la prudencia respecto a Pekín, como se vio en la cumbre celebrada el pasado verano precisamente en Madrid.

La cooperación en el ámbito de la educación se basa en tres acuerdos básicos: el Plan Ejecutivo de Cooperación e Intercambio Educativos, el Acuerdo de reconocimiento de títulos de 2007, y el Convenio de 1981 de cooperación cultural, educativa y científica. Actualmente, unos 116 centros universitarios imparten clases de español y se han identificado unos 40 centros de educación secundaria.

Antes de la crisis del covid-19, que afectó en gran medida a la movilidad de los estudiantes, había aproximadamente unos 10.000 estudiantes chinos en España con visados de estudios de larga duración, y unos 2.800 españoles estudiando en China. El número de convenios entre universidades españolas y chinas supera los 500. Más del 70% de las universidades españolas tiene firmados convenios con universidades chinas, aunque muchos de ellos son principalmente memorandos de entendimiento y no suponen movilidad de estudiantes.

Y desde el punto de vista de la cooperación cultural, el marco básico viene determinado por el Convenio de Cooperación de abril de 1981, así como por el Convenio de Cooperación Científica y Técnica de septiembre de 1985. Ambos prevén la creación de Comisiones Mixtas que se reúnan periódicamente para perfilar los Planes Ejecutivos que concreten las principales líneas de cooperación. En noviembre de 2005, se firmó el Acuerdo para el establecimiento de Centros Culturales recíprocos, que dio pie a la creación del Instituto Cervantes de Pekín en 2006, correspondido con la apertura en 2012 de un Centro Cultural de China en Madrid.

Menos intensidad, más prudencia

A lo largo de este medio siglo de relaciones bilaterales, el estado de la amistad entre España y China ha ido fluctuando. Como explica Mario Esteban, investigador principal del Real Instituto Elcano, haciendo balance de este tiempo, se puede hablar de «buena sintonía» general, con lazos que se han estrechado sobre todo en lo económico y lo cultural, menos intensos respecto a los que Pekín tiene con países del entorno de España y condicionados en los últimos tiempos sobre todo por la necesidad de ser más selectivos, vista «la contradicción de valores e intereses» creciente con el gigante asiático.

Recuerda el analista que España se sumó a la ola de reconocimiento internacional a la China comunista ya en tiempos de Francisco Franco, a raíz de su aval en Naciones Unidas (1971). Con el tiempo se han «dinamizado» y «reforzado» como nadie podía imaginar entonces. El impulso vino de una España democratizada e integrada en Occidente, convertida en un actor solvente, y por el proceso liberalizador de la economía china. El presidente Felipe González, dice, marcó las líneas de estas políticas que han permanecido casi 30 años. Habla Esteban de una aproximación «discreta y paciente» a Pekín, que hasta hacía a Madrid un interlocutor más aceptable a la hora de hablar de temas espinosos como los derechos humanos. El ejemplo fue Tiananmen: España no suspendió su cooperación económica y fue el primer país de la CEE en mandar luego a su canciller y jefe de Estado.

A quien piense que esta actitud es un «todo por la pasta», el analista se le adelanta: no, hay un convencimiento en España de que acercarse a China lo hace más «plural y abierto», que el contacto externo puede ayudar a los reformistas frente a los comunistas del ala dura. Una visión compartida por los sucesivos Ejecutivos socialistas y populares. Es lo que pasó con España en pleno franquismo.

Con José María Aznar se produjo un refuerzo en la apuesta cultural y el impulso total de la Asociación Estratégica, al nivel de Francia, Alemania o Reino Unido, y con José Luis Rodríguez Zapatero, un sprint de visitas nunca visto y búsqueda de inversiones en tiempos de crisis en la Eurozona. China se convirtió en ese tiempo en el segundo mayor acreedor internacional de España, con cuantiosas compras de deuda pública, dice el artículo de Elcano.

España no ha tenido el cauce con China de otros estados europeos, de su tamaño, nivel o entorno. El especialista lo achaca «al menor tamaño y perfil tecnológico de las empresas españolas, su escasa experiencia en internacionalización, su preferencia por dirigirse a mercados geográfica y culturalmente más próximos, las restricciones chinas a la inversión en algunos de los sectores en los que sobresalen las empresas españolas (como banca, telecomunicaciones e infraestructuras) y el menor conocimiento sobre China en España». Cosas a favor: la posibilidad de ser más un socio político en Europa (en 2010 fue nuestro país el que propuso levantar el embargo de armas de la Unión Europea a China) y de abrir puertas en América Latina (una zona de expansión del poder chino).

Rescata el analista las tensiones resueltas con diplomacia en tiempos de Mariano Rajoy (Caso Tibet) o la entrada de España como socio en el Banco Asiático de Inversión en Infraestructuras, impulsado por China, en la misma época, los encuentros amistosos en los G-20, la balanza comercial…. Pero las cosas se han enfriado un poco en la era Sánchez. «La relación bilateral perdió prominencia dentro de la política exterior de ambos países», asume. Las razones: para España, «la financiación china dejó ser tan atractiva como lo fue durante los momentos más críticos de la crisis de la Eurozona», como con Zapatero, mientras que, en paralelo, «Pekín encontró dentro de la UE otros países, como Grecia y Hungría», más afines a sus posiciones.

El actual Ejecutivo se ha negado incluso a firmar un memorando de entendimiento sobre la Iniciativa de la Franja y la Ruta, una estrategia de desarrollo de infraestructuras global y de cooperación internacional impulsada por China que se compara con la moderna ruta de la seda. Lo hizo en 2018, con Xi en Madrid. Portugal e Italia sí lo suscribieron. La lectura es dispar: quien dice que eso es resistirse a la influencia china y quien lo ve como una oportunidad de negocio perdida.

La UE, en cualquier caso, camina más por la vía Sánchez. Los beneficios de China son muy superiores a los que sacan sus contrapartes europeas y hay cambios en Pekín, políticos, que no ayudan, del inmovilismo y las violaciones de derechos a lo puramente comercial: competencia desleal, discriminación a las empresas de fuera, «diplomacia coercitiva»… China es hoy, para todo el continente, un socio, un competidor y un rival, todo a la vez.  «Para el Gobierno de Sánchez, China es un socio económico atractivo y clave, también para abordar terceros mercados, además de una parte interesada necesaria para hacer frente a cuestiones cruciales de la agenda global como el cambio climático, la no proliferación de armas de destrucción masiva y la seguridad mundial». Puntos que, por ejemplo, son los que salva siempre Estados Unidos cuando defiende negociar en parte con China. Washington también importa en esta ecuación, siendo como es su primer rival y condicionando, incluso, cómo se califica al régimen chino en la OTAN.

Con Ucrania se verá, claramente, por la cercanía de Xi a Vladimir Putin. En ese punto, se auguran diferencias en el futuro, como hoy. Mayores si el apoyo a Rusia es entusiasta y claro o si hay ataque a Taiwán. En lo estratégicamente sensible puede haber choque, como con todo Occidente. Inversiones, sí, pensadas y revisadas, pero hay una «brecha normativa» y «geoestratégica» de fondo innegable y de ahí viene la tensión. La presidencia española del semestre comunitario, el aniversario bilateral y cierta relajación tras la política china de covid cero pueden ayudar a engrasar los engranajes de esta alianza, por otro lado. Toca cautela y astucia.

Fuente: https://www.huffingtonpost.es/