China ha invertido en España más de 4.000 millones de euros desde 2015


China no es solo el gigante asiático, sino un titán económico que cuestiona el orden occidental. Aunque en 2004 la inversión china en el exterior apenas suponía el 0,45% de los flujos mundiales, el régimen comunista ha escalado hasta convertirse en el segundo mayor país inversor, tan solo por detrás de Estados Unidos, al representar el 12,8% del total global en 2018.

Si bien los principales destinos del capital chino son Hong Kong, EE.UU. y Singapur, ese mismo año, en España se produjo la quinta mayor inversión por tamaño en Europa, cuando el fondo chino Orient Hontai Capital compró el 53,5% de la productora audiovisual Imagina Media por 1.106 millones de euros. Y es que, en apenas tres años (entre 2015 y 2018), sus inversiones superan los 4.000 millones de euros.

No obstante, las tensiones comerciales, los controles de capital del régimen de Pekín y la creciente regulación en los países receptores de la inversión han derrumbado los buenos números de los últimos años. Así, la inversión china en España se ha desplomado un 99% en el primer semestre de 2019, con apenas 10 millones de dólares (alrededor de 9 millones de euros), como refleja el último informe del despacho de abogados Baker McKenzie. Con todo, China es el séptimo país que más invierte en España –el 4,3% del total, según la Secretaría de Estado de Comercio– y una sola operación de similar magnitud a la del año pasado podría recuperar las cifras.

Los datos oficiales del Registro de Inversiones Extranjeras apuntan en la misma dirección. En 2018, la inversión bruta de China en España sumó 1.159 millones de euros (gracias a una macrooperación), frente a los 294 millones de euros en 2017, los 1.119 millones de euros en 2016 y los 1.483 millones de euros de 2015. Y entre enero y marzo de este año se redujo a 11,2 millones.

Mientras, la inversión china está descendiendo en todo el globo; en 2018, fue un 18% inferior a la del año anterior, conforme datos de la ONU.

Por un lado, este retroceso responde a los controles de capital implantados, a partir de 2016, por el régimen de Pekín para evitar entradas y salidas especulativas de dinero, lo que podría desestabilizar la economía china, que hace ya cinco años que dejó de encadenar cifras de crecimiento de doble dígito. Estas restricciones financieras solo permiten inversiones puntuales, de interés estratégico para las compañías chinas, y prohíben a la creciente clase media —se espera que el PIB per cápita supere los 12.235 dólares en 2022— extraer más de 50.000 dólares al año del país. Pero ello no impide que proliferen prácticas para esquivar el límite legal en busca de rentabilidad.

La mayoría de chinos invierte en ladrillo español para obtener la «golden visa», creada por el Gobierno de Mariano Rajoy en 2013, un visado de residencia para los extranjeros no comunitarios cuyas inversiones inmobiliarias superen los 500.000 euros. Ocurre, sobre todo, en grandes ciudades como Madrid y Barcelona, donde hay «más actividad de este colectivo», asegura Juan José Aguilera, del Colegio Oficial de Agentes de la Propiedad Inmobiliaria (COAPI) de Barcelona. «El ciudadano chino busca un sitio donde disponga de comodidad, de buenos servicios, de buenos colegios para sus hijos, capacidad de entrar en un sistema que les permita generar comercio y riqueza», explica Aguilera, quien asegura que España cumple esos requisitos.

Negocios más sofisticados

Así, al margen de las grandes operaciones de compañías y algunos fondos, lastrados por la presión estatal, cada vez más particulares realizan pequeñas operaciones. Si antes proliferaban los comercios minoristas (los «todo a cien») y los restaurantes, ahora, «la comunidad china se está sofisticando», explica Carlos Sentís, director general de Henkuai, la principal empresa española de comunicación y relaciones entre España y China.

Desde pequeñas bodegas hasta compañías de venta de seguros, negocios en manos de chinos para cubrir la demanda de su propia comunidad fuera de su país de origen. «En la Ciudad Condal ya contamos con bastantes inmobiliarias regentadas por personas de esta nacionalidad», señala Aguilera. Una forma de dar servicio a sus compatriotas y salvar la principal barrera cultural, el idioma, para los que apuesten por invertir en España. De igual forma, las grandes transacciones también amplían su horizonte y se introducen en sectores como «el turismo, las infraestructuras, sanidad, alimentación y equipos de fútbol», añade Sentís.

Hasta la fecha, el intento del Gobierno español por atraer inversión china «no ha sido nada proactivo, ni estratégico, ni intenso», opina Sentís, dado que cada región ha actuado por cuenta propia y, en ocasiones, ha puesto trabas al negocio. Como sucedió con el histórico edificio España, que tuvo que vender el grupo chino Wanda tras las trabas del Ayuntamiento de Manuela Carmena.

De hecho, en 2018, el número de «visados de oro» otorgados alcanzó su mínimo histórico, según el Colegio de Registradores. «Estamos hablando ya de estrategia migratoria, de requisitos para traer estos capitales y estos ciudadanos», indica Aguilera. Países competidores como Portugal e Italia son más ágiles a la hora de captar inversión, que depende, en última instancia, de la «voluntad política».

La posición de la UE

Por supuesto, la otra cara de la moneda es la guerra comercial entre Washington y Pekín, inflamada en las últimas semanas por los nuevos aranceles impuestos por Donald Trump y la devaluación del yuan como contraataque. Así, aunque hasta hace poco los países deseaban recibir inversión china, «la bipolaridad actual fuerza a elegir», indica Sentís. Y España juega con la Unión Europea, que ha declarado a China su «competidor estratégico y rival sistémico», una «barbaridad», en palabras de Sentís, que puede provocar que el Viejo Continente cierre las puertas —otrora abiertas de par en par— al capital del gigante asiático.

FUENTE: ABC Economía